Estos días se está hablando de estocada mortal al ciclismo, de huida de patrocinadores, de credibilidad perdida… se oyen tambores, el fin del mundo está cerca. Aunque todos sepamos que a la corta y a la larga todo seguirá igual. Porque esto es el ciclismo. Porque el ciclismo siempre llevará aparejada la palabra dopaje. La vida sigue.
Los patrocinadores europeos serán sustituidos por los asiáticos.
Aparecerá el primer campeón negro de la especialidad. Los ciclistas que se
dopan lo seguirán haciendo y las tramas destapadas intentarán recuperar la
esencia de este deporte. Los índices de audiencia caerán y subirán como la
economía, dependiendo de la nacionalidad del campeón de turno.
Los ciclistas se seguirán encubriendo unos a otros, mientras
que los que ven el final cerca se arrepentirán de sus pecados. Liberación. Los
directores de pasado turbio continuaran trasmitiendo su “sabiduría” a sus
pupilos.
Cada cierto tiempo se destapará un nuevo caso Armstrong y la
prensa deportiva seguirá con su encomiable labor informativa. Buitres
carroñeros. ¿A quién le interesa conocer el ganador de la Roubaix mientras haya
algún Uzbeko de no sé qué equipo que esté enganchado a los filetes de ternera?
Los de una generación no querrán verse salpicados por los
errores de la anterior, mientras que los de la anterior lloraran porque no
tuvieron elección: era eso o la prostitución.
Los de la UCI se autoproclamaran adalides del deporte limpio
mientras sus sistemas de detección irán tres años con retraso respecto a los
tramposos. Con la mano oculta recibirán
sobornos impunemente.
Porque esto también es el ciclismo. Un deporte demasiado
podrido por dentro. Sin justificaciones. Un deporte siempre tan cerca de su esencia
y a la vez tan lejos.
Un deporte que aguanta los golpes en “pequeñas” dosis. Un
deporte que se justifica comparándose con otros. Un deporte poco dado a la
transparencia.
¿Tan difícil es eliminar fisios, médicos, masajistas… de los
equipos de ciclismo? ¿No podría encargarse la UCI o la AMA de todo eso? ¿No
sería una buena manera de alejarse un poco más del dopaje organizado?
¿Quiénes indemnizan a todos los afectados por los escándalos
recientes: patrocinadores, organizadores de carreras, televisiones?
¿Qué pinta Tony Rominger, por poner un ejemplo,
representando ciclistas? ¿Por qué no se le echa
si todo el mundo reconoce que se dopó?
¿Por qué se permite a Oleg Tinkoff patrocinar a Saxo Bank si
la ilusión de este individuo era formar, hace cinco años, un equipo de “ex
dopados” con Jan Ullrich a la cabeza?
Demasiadas preguntas se me ocurren. A bote pronto
¿Por qué no se tira más de la manta? El caso Armstrong huele
muy mal. Las entrañas del ciclismo están contaminadas pero no es plan de
cargarse este deporte de golpe. Mejor poco a poco.
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