Hace doce años, en una de las
últimas tardes de calor de septiembre me enganché al ciclismo. Año 2001, el
escenario: la Vuelta a España. No seguí ninguna etapa de la ronda española. Ninguna
salvo la contrarreloj final de Madrid, aquella que enfrentaba a Oscar Sevilla y
a Ángel Casero. El escalador puro contra el rodador consumado.
No tenía ni idea de nada. Solo empecé
a ver salir corredores, empapándome de términos que me eran totalmente
desconocidos… Llegado el gran duelo, me decanté por Sevilla. Siempre he sentido predilección por los segundones.
De haber vivido el reinado de Anquetil seguramente me hubiera “enamorado” de Poulidor y sus balones al
larguero.
Después de ese día, el ciclismo
pasó a convertirse en una forma de vida. Nervios, sueños de grandeza, horas
enteras delante de la TV. Respiraba ciclismo sin practicarlo. Y era hermoso. Lo
era porque idolatraba a los corredores. El concepto de dopaje no existía, al
menos para mí. Y si lo había no me importaba. ¿Qué importa una mentira si es
capaz de emocionar?
Aquellos “tramposos” me inculcaron
su amor por el ciclismo, por el esfuerzo, la superación. Y fue bonito porque pude seguirlo por
televisión; desde la Vuelta a Mallorca hasta el critérium ACP. Allá donde había
una bicicleta prestaba toda mi atención ¿Cuántos
críos podrán engancharse el ciclismo a partir de ahora? Si cada vez hay menos
retransmisiones…
El Tour 2002 me trajo mi “primera”
bicicleta. Durante seis meses estuve soñando con ese armatoste pesado de 12 kg.
De lo que sentiría. Del viento en la cara… Cuando la tuve no volví a bajarme.
Quería ser ciclista. Pero no sabía cómo lograrlo. La frustración acompañó a las
excusas y finalmente me rendí.
Llegaron los primeros escándalos.
Heras, la Operación Puerto, Landis… no m abrieron los ojos pero alejaron las
antiguas emociones. Cuando veía a un ciclista ya no veía a un héroe, sus hazañas empezaban a despertar más
suspicacias que alabanzas.
Llegó Contador y luego el retorno
de Armstrong. Quizás el momento más especial de todos. Un tío de 37 años con
mucho que perder y nada que ganar. Sabías que no ganaría a Contador ni harto de
EPO pero era especial porque en su fortaleza veías debilidad; y en su
debilidad, fortaleza.
Con el paso de los años me fui dando
cuenta que no valía para ser ciclista. Pero quería estar relacionado con este
deporte, a pesar de sus miserias. Su
esencia era mucho más grande que todo lo malo. Quería encarrilar mi vida hacia
mi pasión. Por eso cree este blog. Un blog que me permitiera dar el salto a
alguna revista, periódico….
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