Últimamente, con todo lo sucedido
en el affaire Armstrong, he estado reflexionando sobre cómo afecta el dopaje a
la repercusión mediática del ciclismo. ¿Los escándalos inciden negativamente en
las audiencias? ¿Los patrocinadores huyen dejando atrás la posibilidad de crear
nuevos equipos o sostener vueltas por etapas?
La sensación es que la segunda
pregunta es un sí rotundo pero la primera…tengo mis dudas. Y es que los
aficionados a este deporte tenemos algo de masoquistas. Tanto los más
apasionados como los aficionados esporádicos parecen haber creado una especie
de callo ante el goteo de positivos por dopaje. Parece como si estuviéramos inmunizados
ante cada tramposo al que se desenmascara, incluso ante escándalos tan sonados
como este ultimo del que cualquiera diría que va hacer temblar los cimientos del
ciclismo.
Estamos hartos, claro. Nos
sentimos insultados y vilipendiados tanto por los ciclistas como por las instituciones
deportivas. Parecen no darse cuenta que sin nuestras audiencias ellos no son
nada. Si nuestro interés, sus patrocinadores se irían y las televisiones no emitirían.
Cualquiera diría que le tenemos cogidos por los mismísimos pero a la hora de la
verdad esto no así. Me recuerda a la política y el voto en blanco, ya me entendéis.
Si cada vez que sucediera un caso
Festina, Operación Puerto, Armstrong o lo que sea… los aficionados apagáramos
el televisor, las mierdas que a los periódicos deportivos les encanta publicar,
se acabarían. A los patrocinadores les interesaría que su inversión no se rentabilizara
negativamente por un caso de dopaje en el equipo. ¿Soluciones? a primera, se me
ocurre que los equipos fueran responsables subsidiariamente de los
comportamientos de sus ciclistas. Si se demuestra que un ciclista ha dado positivo,
el equipo pierde la licencia inmediatamente. Los controles de equipo servirían
para algo más que para evitar que no pillen a uno de los suyos hasta arriba de
mierda.
A veces entiendo a los franceses
y sus actitudes paranoicas. Hoy los entiendo aun más. Para ellos el primero de
la clasificación siempre va dopado y esa creencia es tan irracional como
comprensible: aman al Tour porque es parte su cultura, y han visto tantas veces
como destrozaban su reputación, que la confianza en los actores se pierde.
También hay algo de envidia, en
normal, ya la experimentaremos nosotros en menos de un lustro cuando la época dorada
de nuestro deporte llegue a su fin.
Entonces ¿va a cambiar algo de aquí
en adelante? Bueno, realmente creo que los ciclistas que se dopan son cada vez más
conscientes del riesgo que corren. Del riesgo a que les pillen, digo. A los que
se dopan su salud les da igual, o eso parece. ¿Pero qué pasa con el aficionado?
Bueno para ellos somos daños
colaterales. El aficionado ya ha creado callo y aunque nos demuestren que todo
lo que hemos visto, las etapas mas bonitas, los ataques más espectaculares,
todo lo que nos ha hecho emocionar… aunque nos demuestren que todo eso es
falso, seguiremos al pie del cañón. Porque amamos este deporte y tenemos la
memoria muy frágil. No olvidamos pero perdonamos rápido. Y de esta forma son
ellos los que no tiene cogidos por las pelotas.
A veces pienso que algo que
recibe tal cantidad de golpes y aun así sigue en pie, tiene que ser algo muy
grande. Señores, eso es el ciclismo.
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