14 octubre 2012

CUANDO EL CICLISMO DA LA ESPALDA A SUS AFICIONADOS

 
 
Últimamente, con todo lo sucedido en el affaire Armstrong, he estado reflexionando sobre cómo afecta el dopaje a la repercusión mediática del ciclismo. ¿Los escándalos inciden negativamente en las audiencias? ¿Los patrocinadores huyen dejando atrás la posibilidad de crear nuevos equipos o sostener vueltas por etapas?
La sensación es que la segunda pregunta es un sí rotundo pero la primera…tengo mis dudas. Y es que los aficionados a este deporte tenemos algo de masoquistas. Tanto los más apasionados como los aficionados esporádicos parecen haber creado una especie de callo ante el goteo de positivos por dopaje. Parece como si estuviéramos inmunizados ante cada tramposo al que se desenmascara, incluso ante escándalos tan sonados como este ultimo del que cualquiera diría que va hacer temblar los cimientos del ciclismo.
Estamos hartos, claro. Nos sentimos insultados y vilipendiados tanto por los ciclistas como por las instituciones deportivas. Parecen no darse cuenta que sin nuestras audiencias ellos no son nada. Si nuestro interés, sus patrocinadores se irían y las televisiones no emitirían. Cualquiera diría que le tenemos cogidos por los mismísimos pero a la hora de la verdad esto no así. Me recuerda a la política y el voto en blanco, ya me entendéis.
Si cada vez que sucediera un caso Festina, Operación Puerto, Armstrong o lo que sea… los aficionados apagáramos el televisor, las mierdas que a los periódicos deportivos les encanta publicar, se acabarían. A los patrocinadores les interesaría que su inversión no se rentabilizara negativamente por un caso de dopaje en el equipo. ¿Soluciones? a primera, se me ocurre que los equipos fueran responsables subsidiariamente de los comportamientos de sus ciclistas. Si se demuestra que un ciclista ha dado positivo, el equipo pierde la licencia inmediatamente. Los controles de equipo servirían para algo más que para evitar que no pillen a uno de los suyos hasta arriba de mierda.
A veces entiendo a los franceses y sus actitudes paranoicas. Hoy los entiendo aun más. Para ellos el primero de la clasificación siempre va dopado y esa creencia es tan irracional como comprensible: aman al Tour porque es parte su cultura, y han visto tantas veces como destrozaban su reputación, que la confianza en los actores se pierde.
También hay algo de envidia, en normal, ya la experimentaremos nosotros en menos de un lustro cuando la época dorada de nuestro deporte llegue a su fin.
Entonces ¿va a cambiar algo de aquí en adelante? Bueno, realmente creo que los ciclistas que se dopan son cada vez más conscientes del riesgo que corren. Del riesgo a que les pillen, digo. A los que se dopan su salud les da igual, o eso parece. ¿Pero qué pasa con el aficionado?
Bueno para ellos somos daños colaterales. El aficionado ya ha creado callo y aunque nos demuestren que todo lo que hemos visto, las etapas mas bonitas, los ataques más espectaculares, todo lo que nos ha hecho emocionar… aunque nos demuestren que todo eso es falso, seguiremos al pie del cañón. Porque amamos este deporte y tenemos la memoria muy frágil. No olvidamos pero perdonamos rápido. Y de esta forma son ellos los que no tiene cogidos por las pelotas.
A veces pienso que algo que recibe tal cantidad de golpes y aun así sigue en pie, tiene que ser algo muy grande. Señores, eso es el ciclismo.

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