02 agosto 2012

WIGGINS VS FROOME


Acostumbrados a vivir en una sociedad que se retroalimenta del morbo, este mes de julio nos ha deparado una rivalidad entre-comillada. Dos atletas peleando por la gloria. Obligados a entenderse.

Por un lado Bradley Wiggins, que ha arrasado durante todo el 2012, logrando la victoria en todas las pruebas en las que se ha presentado. Sin demasiadas exhibiciones, su machacante dominio contra el crono le ha servido para minar la moral de todos sus rivales, que con más corazón que piernas  y sin demasiado convencimiento, han tratado de arrebatarle el trono que por derecho propio se ha ido ganando durante estos últimos años, mas por tesón que por calidad.

Por otro lado, otro británico, hijo de diplomáticos y nacido en Kenia, ha luchado contra sí mismo en un doble dilema: seguir las órdenes de David Brailsford, y llevar en volandas a Wiggins hacia la gloria. O rebelarse contra lo establecido, dar un puñetazo encima de la mesa y reclamar lo que por meritos ya se ganó en la última edición de la Vuelta a España. Una oportunidad. Un lugar entre los elegidos. Un billete hacia la eternidad.


En un mundo tan ultra competitivo como el ciclismo, si quieres algo no valen medias tintas, y Chris Froome no ha tenido los arrestos suficientes para intentar lograr la victoria final.

Durante todo el año, Froome no ha dado la seguridad de poder repetir actuaciones como las del año pasado en tierras patrias. Su rendimiento ha sido un misterio hasta la primera llegada en alto del Tour, en La Planche des Belles Filles. Ahí, tras una exhibición de Rogers y Porte, Froome tenía la misión de llevar hasta arriba a Wiggins, y lograr que este perdiera el mínimo tiempo posible con Evans y Nibali. Durante la misma, Froome no solo llevó un ritmo endiablado que descolgó a la mayoría de favoritos, sino que en los últimos metros fue capaz de neutralizar a Evans, esprintar y sacar de rueda a todos. Incluso a su jefe de filas.

Tras esta demostración de fortaleza, el morbo ya estaba servido. En la primera crono algunos esperaban que Wiggins se derrumbara y cediera el testigo a su compañero. Pero para desgracia de muchos, esto no ocurrió.  Brad destrozó a sus rivales. Aunque Froome aguantó el tipo.
Las etapas se sucedieron con ataques sin convencimiento de Evans y Nibali. Predominaba el conformismo y la arrolladora superioridad del equipo Sky, que como no, provocaba no pocos comentarios suspicaces en el mundillo. Una sombra de sospecha, tan necesaria y a la vez tan dañina.

Y llegó la etapa 17 con final en Peyragudes, en la que con el convencimiento de la mayoría de que Froome estaba un punto por encima de Wiggins (o varios, vaya usted a saber), la carrera los dejó solos en persecución de una victoria, que en principio parecía en manos de Valverde, pero que se le escapaba de las manos en cada pedalada.

En retrospección. Tres kilómetros a meta. Un minuto de ventaja para Valverde. Por detrás, Wiggins toma la cabeza del grupo, en una demostración que parece decir: - Soy el más fuerte y lo voy a demostrar. Cogerme si podéis.-                                                                                                                                     Uno a uno, todos sus rivales van cediendo ante el ritmo.  Sus piernas arden y sus pulmones luchan por un poco mas de oxigeno, que les permita aguantar. Pero no llega.  Wiggins se queda solo en cabeza. Y su lado Froome. Se miran y se respetan. Wiggins quizás piensa - ¿que hace este aquí?. Tengo que demostrar al mundo, o quizás a mi mismo que he sido el más fuerte-                                                                                       Pero no puede. Cruzan unas palabras. Parece que Brad dice a su compañero, llévame hasta arriba y la victoria es tuya. Solo le queda ser magnánimo. Pero no lo es el que quiere, si no el que puede. Y Wiggins no puede, porque Froome va a por Valverde. Demasiado rápido. La ventaja se reduce: 43, 35, 28 segundos… y cuando parece que para el español está todo perdido, Wiggins cede. No puede seguir el ritmo. La pantalla de su pulsómetro parpadea. Alarma.

Froome mira a Wiggins, le dice – Vamos, mas rápido¡- Tira de él, se distancia unos metros, y vuelve a esperarle. Así hasta tres veces. Se sabe superior. Froome tiene ansias de victoria ¿o simplemente esta humillando a su líder?.    
                      
Nadie sabe que pasa por su cabeza, pero seguro que una voz le grita - ¡rebélate¡- No sabe qué hacer…. Finalmente decide esperar junto a Wiggins. Y al llegar arriba Brad esboza una media sonrisa, sabedor de que el Tour ya es suyo. Sabedor de que son los primeros los que aparecen en los libros. Que la gloria no se comparte. Porque cuando muera, estará en el Olimpo de los  que alguna vez ganaron esta prueba. Al alcance de muy pocos. Porque puedes resignarte a hacer lo que debes, o luchar por lo que quieres.
Quizás esta fue la última oportunidad para Froome. Quien sabe.

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