Como todos los años, el mes de agosto es testigo de una de las clásicas más divertidas y espectaculares del calendario ciclista.
El bueno de Marco Pinotti lo corroboraba vía Twitter, afirmando que no son necesarios cuatro mil metros de desnivel acumulado para mantener al aficionado expectante delante de la TV.
La clásica española, con sus
234 km y las subidas a Jaizkibel y Arkale, se presentaba con un plantel
digno del Tour de Francia: Nibali, Porte, Vinokourov, Valverde, Igor Antón…
La primera mitad de la carrera transcurría sin sobresaltos,
con un par de ciclistas escapados pero controlados por el pelotón.
Tras el penúltimo paso por Jaizkibel, y a 50 km de meta los
Astaná afilaban el cuchillo con la intención de entregarse a fondo, en favor de
su líder, Vinokourov, que corría su última
carrera tras el broche de oro que supuso la victoria en las Olimpiadas.
A 30 km y a pie de puerto, el italiano Paolo Tiralongo, del
equipo kazajo, imprimía un fuerte ritmo al pelotón, que dificultaba los ataques
pero en donde quedaba claro que las rampas por las que transitaban no eran
suficientes para descolgar a los ciclistas.
A punto de coronar la subida, y con el colombiano Henao en
cabeza, Purito Rodríguez lanzó un ataque de traca, más espectacular que
efectivo, que conseguía romper el ritmo y formar un grupo en cabeza con
Valverde, Gerrans y Luis León entre otros.
Hasta ese momento, lo más sorprendente era la anarquía con
la que jugaba sus cartas el equipo Sky, con Richie Porte y Sergio Henao
atacando sin ningún sentido de la complicidad, bajo las órdenes de lo que parecía
un director primerizo.
Tras la selección en Jaizkibel, quedaba por delante Arkale. Y a 10 km para la meta, el de siempre, de Murcia,
muleño de nacimiento. Luis León Sánchez, un ciclista al que no se ha reconocido todo lo que se merece la calidad que atesora, y las victorias de
autentico crack que ha conseguido. Un ciclista con un olfato de killer. Nervios
de acero. Que ataca en el momento exacto. Que pone al descubierto la estupidez,
o mejor dicho, ignorancia que muchos ciclistas padecen cuando ante un ataque
suyo, le dan una ventaja imposible de reducir posteriormente. Ese ciclista
lanzo un ataque duro que pillo por sorpresa al grupo en el que transitaba.
Curioso ver como a otros, con menos palmares y calidad se
les coloca en un escalón por encima de Luisle. Mejor para él. Mientras los demás
le subestimen su casillero de victorias no parara de incrementarse.
Y en San Sebastián le volvieron a infravalorar. Y cuando se
dieron cuenta de que le habían dado un metro, supieron que estaban perdidos.
Porque Luisle pedaleo hacia la victoria sabedor de su triunfo. Solo la cabezonería
del aussie, Simon Gerrans, le dio emoción al asunto. Pero era inútil. Luis León
gano la Clásica de San Sebastián por segunda vez.
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