Leyendo el CAF de este mes, me
detengo en un artículo muy interesante, tantas veces mencionado: la decadencia
del ciclismo femenino en España.
Como la ausencia de
patrocinadores, de equipos o de interés por parte del gran público lleva a la desesperación
a ciclistas que tienen que abandonar su pasión por la bicicleta para buscar
otras salidas profesionales con más oportunidades. Otras, como es el caso de
Ana Sanchís, han de compaginar su carrera como deportista con sus estudios
universitarios.
Mientras, los pocos equipos que quedan apenas compiten a nivel
internacional.
Todos estos factores llevan a una
inadecuada preparación física y a una insuficiente madurez deportiva, que
supone la diferencia entre ganar y perder, cuando te enfrentas contra otras
ciclistas becadas y con más recursos. Eso supone malos resultados, escaso
interés mediático, huida de sponsors… la pescadilla que se muerde la cola. La pescadilla que elimina la
palabra “profesional” y convierte al
ciclismo femenino en amateur.
No será por falta de calidad.
Ayer en la carrera junior femenina, sobresaliente para las nuestras, con una
Sheila Gutiérrez y Eider Merino finalizando en séptima y decimotercera
posición. Llegando en el grupo de cabeza.
Ciclistas con proyección que lo tendrán muy difícil
para dedicarse 100% a las dos ruedas. Para considerarse profesionales. Porque
esta es la crisis que lo envuelve todo. La maldita crisis. Que azota con fuerza
al ciclismo masculino y solo deja migajas al femenino. Crisis
en el ciclismo español
Lejos queda ya la época dorada de
Joanne Somarriba y Dori Ruano. Ciclistas que de haber corrido en esta
época, serian, probablemente, condenadas
al ostracismo.
Una época que
amenaza con llevarse por delante el Mundial 2014, en Ponferrada. Época dura
esta que nos ha tocado vivir. Ya pasará. Cuando te encuentras abajo, en el
fango, la cosa solo puede mejorar.
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