26 octubre 2012

HISTORIA DE UNA PASIÓN




Hace doce años, en una de las últimas tardes de calor de septiembre me enganché al ciclismo. Año 2001, el escenario: la Vuelta a España. No seguí ninguna etapa de la ronda española. Ninguna salvo la contrarreloj final de Madrid, aquella que enfrentaba a Oscar Sevilla y a Ángel Casero. El escalador puro contra el rodador consumado.

No tenía ni idea de nada. Solo empecé a ver salir corredores, empapándome de términos que me eran totalmente desconocidos… Llegado el gran duelo, me decanté por Sevilla.  Siempre he sentido predilección por los segundones. De haber vivido el reinado de Anquetil seguramente me hubiera  “enamorado” de Poulidor y sus balones al larguero.

Después de ese día, el ciclismo pasó a convertirse en una forma de vida. Nervios, sueños de grandeza, horas enteras delante de la TV. Respiraba ciclismo sin practicarlo. Y era hermoso. Lo era porque idolatraba a los corredores. El concepto de dopaje no existía, al menos para mí. Y si lo había no me importaba. ¿Qué importa una mentira si es capaz de emocionar?

Aquellos “tramposos” me inculcaron su amor por el ciclismo, por el esfuerzo, la superación.  Y fue bonito porque pude seguirlo por televisión; desde la Vuelta a Mallorca hasta el critérium ACP. Allá donde había una bicicleta prestaba  toda mi atención ¿Cuántos críos podrán engancharse el ciclismo a partir de ahora? Si cada vez hay menos retransmisiones…

El Tour 2002 me trajo mi “primera” bicicleta. Durante seis meses estuve soñando con ese armatoste pesado de 12 kg. De lo que sentiría. Del viento en la cara… Cuando la tuve no volví a bajarme. Quería ser ciclista. Pero no sabía cómo lograrlo. La frustración acompañó a las excusas y finalmente me rendí.

Llegaron los primeros escándalos. Heras, la Operación Puerto, Landis… no m abrieron los ojos pero alejaron las antiguas emociones. Cuando veía a un ciclista ya no veía a un héroe,  sus hazañas empezaban a despertar más suspicacias que alabanzas.

Llegó Contador y luego el retorno de Armstrong. Quizás el momento más especial de todos. Un tío de 37 años con mucho que perder y nada que ganar. Sabías que no ganaría a Contador ni harto de EPO pero era especial porque en su fortaleza veías debilidad; y en su debilidad, fortaleza.

Con el paso de los años me fui dando cuenta que no valía para ser ciclista. Pero quería estar relacionado con este deporte, a pesar de sus miserias.  Su esencia era mucho más grande que todo lo malo. Quería encarrilar mi vida hacia mi pasión. Por eso cree este blog. Un blog que me permitiera dar el salto a alguna revista, periódico….

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