05 agosto 2012

SCHLECK VS CONTADOR



Faltan ya apenas horas para que Alberto Contador regrese del infierno que en los últimos dos años le ha tocado vivir, y los aficionados españoles nos empezamos a frotar las manos ante la retahíla de triunfos que a partir de ahora deben empezar a llegar de manos del pinteño.

Dejando a un lado el inútil debate sobre su positivo por dopaje, hoy quería tratar la bonita rivalidad que Contador lleva manteniendo con Andy Schleck en los últimos años.

No soy un aficionado veterano de este deporte, aún, pero las batallas que estos dos gladiadores nos han regalado están a la altura de míticos enfrentamientos que la mayoría solo conocemos por los libros y documentales:  Bahamontes y Charlie Gaul, Anquetil y Poulidor…

Recuerdo que fué en 2008 cuando me fijé más detenidamente en Andy. Ya le conocía de antes, cuando había logrado el segundo puesto en el Giro de Italia, pero fue en el Tour que ganó Carlos Sastre, y sobre todo en Alpe D´Huez, cuando todo el mundo se dio cuenta de que ese chico no solo apuntaba maneras. Iba a convertirse en un hombre- Tour, porque subía como los ángeles.

En retrospectiva, y para quien no lo recuerde, antes de la última subida, Cadel Evans portaba el amarillo. Por detrás de él, Frank Schleck, el hermanísimo de Andy, Carlos Sastre y el ruso Dennis Menchov aspiraban a arrebatárselo.                                                                                      
Andy, sin opciones,  prometía dar batalla  para llevar a su hermano, y compañero de equipo, a lo más alto del pódium. El problema  era que Carlos Sastre militaba junto a ellos en el CSC.



A pie de puerto, Sastre atacó y se fue distanciando de sus rivales.                                                             Los Schleck  empezaron a ponerse nerviosos. Querían lograr la victoria a toda costa. Daba igual arruinar las opciones de un compañero de equipo. Querían dar batalla. Cayese quien cayese… Y vaya si lo hicieron: hasta en tres ocasiones Andy, y otras tantas Frank, atacaron para descolgar a Evans y alcanzar a Sastre.  Tres ciclistas del mismo equipo peleándose entre ellos, y Bjarne Rijs, su director deportivo, permitiéndolo. El espectáculo era bochornoso.

Finalmente a su director no le quedó más remedió que cesar las intentonas, y mandó a los gemelos proteger la posición de Carlos  y controlar al grupo. Y ahí es cuando Andy se destapó. Con cada ataque de rabia de sus rivales, el los neutralizaba con una facilidad pasmosa.  Mientras la mayoría se encogían de dolor, el sonreía e incluso hacia bromas. Ese día el mundo supo quien era Andy Schleck. Supo que había nacido una estrella.

Las redacciones de la mitad del planeta escribieron lo que todos estábamos pensando. Que deseábamos que llegara el siguiente Tour para ver que sería capaz de hacer ese chico contra un Alberto Contador capaz de ganar un Giro sin un mínimo de preparación.

Y vaya si lo hizo. Al año siguiente ganó todo un monumento como la Lieja Bastoña Lieja, con tan solo 24 añitos.                                                                                                                                                    
En el Tour, aunque nunca dio la sensación de poder ganar a un Contador implacable, fue el único, y recordemos que aun vestía el maillot de mejor joven, capaz de aguantar las explosivas aceleraciones del pinteño.
Insultante fue como Andy arrancaba para hacer de lanzador de su hermano, en la última etapa de montaña en el Mont Ventoux, y tanto él, como Contador, metían tierra de por medio con el resto en cuestión de segundos.  Ese Tour lo finalizó en segunda posición, superando a ciclistas como Armstrong, Evans, Kloden, Frank Schleck…

Y no se quedó ahí, en el siguiente Tour, el dominio de ambos era tal, que sus marcajes les permitían olvidarse de los demás, pararse, arrancar y alcanzar al resto.                                              
 En una de las etapas de montaña, subiendo el Port de Balés, Schleck atacó, pero con tan mala suerte que al meter la marcha, la cadena se salió, lo que permitió a Contador alcanzarle y contraatacar, metiéndole tiempo en la clasificación general. El enfrentamiento estaba servido.
Schleck acuso a Alberto de jugar sucio, y este se defendió diciendo que no había visto el incidente.

No había tiempo que perder, el Tourmalet esperaba. En  el centenario de este coloso, la celebración no defraudó. Y no defraudó porque Andy decidió atacar pronto y quemar sus bazas. Alberto le siguió rueda. Se sucedieron ataques por ambas partes. Ataques muy duros. Ataques de esos en los que los músculos te arden, y el primero que se siente y ceda pierde.   Ataques de todo tipo. Cortos e inesperados. Largos y muy duros. Ataques a base de ritmo demoledor que te dejan sin oxígeno, en el que tu cuerpo te dice basta pero tu mente dice         – continua¡¡-

Nunca vi a Bahamontes. Ni a Poulidor intentando dejar a Anquetil. Pero ese día el Tourmalet, bajo un cielo negro y una lluvia de flashes, me hizo sentir lo mismo que debió sentir mi abuelo en su juventud, cuando sujetaba el transistor en su casa de Salamanca. Ese día recordé porque amo este deporte.

Al final, Contador en un gesto poco competitivo, pero si muy inteligente, le cedió el triunfo al luxemburgués.

No sé si Andy ganará algún Tour en la carretera, o Contador ampliara su palmarés en la ronda gala. Pero espero que la historia les recuerde como lo que son: ángeles en las montañas.

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